Isabel Moreno, graduada en Física, Máster en Meteorología y Geofísica y especialista en comunicación del cambio climático
Para poder entender por qué este cambio climático es distinto a los ya ocurridos a lo largo de la historia es importante entender primero qué es el clima y cómo se comporta.
Según el glosario del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC por sus siglas en inglés), el clima “se suele definir en sentido restringido como el estado promedio del tiempo y, más rigurosamente, como una descripción estadística del tiempo atmosférico en términos de los valores medios y de la variabilidad de las magnitudes correspondientes durante períodos que pueden abarcar desde meses hasta miles o millones de años. El período de promedio habitual es de 30 años, según la definición de la Organización Meteorológica Mundial. Las magnitudes son casi siempre variables en superficie (por ejemplo, temperatura, precipitación o viento). En un sentido más amplio, el clima es el estado del sistema climático en términos tanto clásicos como estadísticos”.
Una aproximación más resumida y sencilla podría definir el clima como “la media de los tiempos” en la que los periodos de referencia son cada 30 años. Estos son los periodos con los que comparamos, por ejemplo, las temperaturas que registramos hoy para saber si son “normales” o no. Pero esos periodos pueden ser incluso más largos en función de lo que estemos estudiando.
Aunque habitualmente el clima se relaciona sólo con la atmósfera, en realidad es el resultado de la interacción de cinco componentes: la atmósfera -el aire-, la hidrosfera -el agua líquida-, la criosfera -agua en estado sólido-, la litosfera -tierra, volcanes, etc.- y la biosfera -los seres vivos que formamos parte del planeta-.
Estos componentes están interrelacionados, por lo que el desajuste en alguno de ellos puede tener implicaciones en los demás (por ejemplo, los cambios en la cantidad de hielo afectan al nivel del mar). Pero además, hay elementos externos que hacen que estas interacciones cambien, como cambios en la radiación que nos llega del Sol bien por cambios en la propia estrella, o cambios en la órbita de la Tierra.
Todo ello altera la energía que entra al sistema, que sale… y a esa diferencia es a la que llamamos balance radiativo. Cuando hay desequilibrios en ese balance, se producen cambios climáticos.
Esos desequilibrios se han producido de forma natural a lo largo de la historia siendo los factores orbitales los principales responsables de ellos. Éstos alteraban consecuentemente las temperaturas, concentraciones de CO2 en la atmósfera, la extensión de hielo y el nivel del mar. Dichas variaciones se han producido de una forma que podríamos considerar cíclica, con periodos más cálidos, glaciaciones…
Del mismo modo, ha habido periodos de cambios climáticos abruptos en los que las temperaturas variaban más de 3-4ºC en cuestión de miles de años y, a escala más pequeña, existen fenómenos naturales que pueden favorecer cambios en periodos más cortos, como algunas erupciones volcánicas potentes que pueden provocar que años sucesivos sean algo más fríos.
Sin embargo, cambios que en la historia del planeta se han producido a lo largo de miles de años, ahora están ocurriendo en cuestión de un siglo. El cambio climático actual no puede ser explicado únicamente a través de factores naturales. Es necesario incluir el forzamiento provocado por el ser humano, sobre todo por la emisión de diversos gases de efecto invernadero, con el CO2 a la cabeza.
De hecho, los análisis a través de testigos de hielo nos indican que las concentraciones actuales de dicho gas no tienen precedentes en los últimos 800.000 años. Eso es entre 7 y 8 veces más tiempo del que llevamos el homo sapiens sapiens en la Tierra (entre 120.000 – 100.000 años). Incluso, otros análisis indican que dichas concentraciones podrían ser las más altas de los últimos 3 millones de años.
Recordemos que los cambios en una componente del sistema climático pueden conllevar alteraciones en otras. En este caso, alteraciones sobre todo en la atmósfera están trayendo cambios sin precedentes en nuestra historia como especie y cuyas consecuencias son mucho más graves de lo que podemos pensar inicialmente.
Lo más preocupante es que muchos de estos cambios no pueden revertirse de forma fácil, como la subida del nivel del mar, entre otros. Este es el motivo por el que es necesario tomar medidas con carácter urgente y con ambición. ¿La buena noticia? Aún estamos a tiempo.