Carles Navarro es Director General de BASF Española.
La emergencia climática es, con mucha, mucha diferencia, el mayor desafío que tenemos como sociedad. No hay nada más importante ni más urgente en este momento que hacer todo lo que esté en nuestras manos, a todos los niveles, para frenarla.
No podemos legar un planeta en llamas a las siguientes generaciones, como suele decir Greta Thunberg. Cuando digo “todos los niveles”, me refiero en primer lugar a las empresas, luego los gobiernos y también a los consumidores, a nosotros.
La emergencia climática es como una súper-tormenta en la que estamos todos metidos. Lo que sucede es que en esa tormenta no viajamos todos por igual. Unos navegamos felices en nuestros trasatlánticos de lujo –el mundo occidental, básicamente– y otros van en botes de remos. Los países en desarrollo, que son los que menos han contribuido a generarla, son los que más sufren los efectos de esta emergencia climática.
Las empresas, junto con nosotros, los consumidores, hemos llevado el planeta hasta límites de degradación insostenible y somos quienes tenemos que sacarlo de este embrollo. Es nuestro deber moral.
Consumo sin límites
Las empresas, y muy en especial la industria, han tratado al planeta como si fuera una tarjeta de crédito mágica, sin límite. Hemos estado consumiendo de forma inconsciente todos los recursos que nos ha apetecido, que han sido muchos: el petróleo, el gas, el carbón, los minerales, la madera, el agua, el suelo, el aire limpio. Y con todo esto hemos fabricado cosas que hemos vendido a nuestros clientes, y, al hacerlo, hemos producido cantidades inmensas de residuos que hemos vertido en el medio ambiente, sin ninguna preocupación y sin pagar por ello.
Durante 200 años hemos pensado que el planeta podía con todo. Que podíamos tirar de crédito porque no había límite. Pues bien, sabemos desde hace algunas décadas que el planeta sí tiene límites y que nuestro sistema de producción y consumo está desbocado. Nos ha llevado muy cerca de traspasar estos límites. La tarjeta sí tiene límite de crédito y este se llama emergencia climática, pérdida de biodiversidad y agotamiento de recursos.
Dicho todo esto, me gustaría aclarar que la industria en España es un pilar de nuestra economía. La industria es necesaria y hay que cuidarla porque, como se ha visto con la pandemia, los países con una industria desarrollada sufren menos durante las crisis. La industria consigue mantener, en general, su producción en marcha durante las crisis, porque lo que se fabrica se necesita y por lo tanto se despide a menos gente. Hoy ocupa en España a más de dos millones de personas, a las que forma muy bien y paga por encima de la media.
Pero también es verdad que nos enfrentamos a un reto muy importante en la industria. Consumimos y consumiremos en el futuro muchísima energía, que hoy en día es más de un 80 % de origen fósil, es decir, basada en carbono, es decir, producida con carbón, gas natural o petróleo, y también grandes cantidades de materias primas.
La necesidad de energía limpia
El problema de la energía de origen fósil es que genera emisiones de CO2, que son las que nos han llevado a este calentamiento de más de un grado en este momento. Sabemos que a partir de los 2 grados Celsius la cosa se pone muy, muy fea para todos, y, por lo tanto, hay que impedir que esto pase. Y para conseguirlo hay que sustituir la energía basada en carbono por energía limpia, como la eólica, la solar o la hidroeléctrica.
¿Cómo lo vamos a hacer? En primer lugar, hay que pasar a consumir energía verde. Esto ya lo hacen muchas empresas, la mía entre ellas. En segundo lugar, hay que dejar de usar gas y petróleo para producir calor. Pensad en una fundición de acero, por ejemplo. El calor es importantísimo para la industria. Se consigue usando electricidad, que deberá ser, como ya podéis imaginar, verde. A esto se le llama electrificar y requiere emplear tecnología nueva y más costosa.
El problema es que no hay suficiente energía verde para todas las empresas en este momento. Ahí es donde intervienen los gobiernos de España y la Unión Europea. Porque queremos que diseñen leyes de inversión que permitan crear esta capacidad de generación de electricidad verde a un coste competitivo. Hay que instalar más parques eólicos y solares, y hay que hacerlo rápido. No hay tiempo que perder.
El segundo punto clave son las materias primas. No podemos seguir gastando como si la reserva del planeta fuera infinita, porque no lo es. Hay que pasar de la economía lineal a la circular, donde todo lo que llega al final de un ciclo de, vida útil se aprovecha y se vuelve a meter en el circuito. Un residuo es un recurso en el lugar equivocado.
Innovación
Ahí tenemos todos nuestra parte de responsabilidad. Hay que consumir de forma responsable y hay que reciclarlo todo, absolutamente todo. La herramienta para conseguir todo esto se llama innovación. Las empresas ya estamos desarrollando a marchas forzadas nuevas formas de producir, de generar la energía sin emisiones de CO2, de aprovechar mejor los residuos, porque sin innovación estamos perdidos.
En esta carrera, en España, salimos con cierta desventaja. Tenemos que invertir mucho más en investigación y desarrollo: estamos invirtiendo un 1,25 % del PIB cuando lo deseable sería invertir del 2,5 % para arriba. En países avanzados como Corea se invierte casi un 5%.
¿Cuánto tiempo tenemos? Unos diez o quince años, a lo sumo. Y si no hacemos los deberes en este tiempo, el crédito se nos va a agotar y no habrá marcha atrás.
Para terminar, creo que las empresas, y en especial las que tenemos beneficios, tenemos un deber hacia la sociedad que nos acoge. Porque los accionistas nos prestan su dinero, pero la sociedad y el planeta, todo lo demás. Tenemos que cuidar del planeta porque no hay uno de recambio, no hay un planeta B. Este es el único que tenemos y es nuestro deber humano y ético protegerlo para las generaciones futuras.
Porque esto de la emergencia climática es como la carrera de fondo en la que todos debemos pasar la meta juntos. Si no es así, la carrera la perderemos todos.