Somos seres radicalmente eco dependientes

Yayo Herrero es antropóloga, ingeniera técnica, profesora, investigadora y activista ecofeminista.

Los seres humanos somos una especie viva. Somos un animal especial, un animal que se inserta dentro de una trama de la vida extremadamente compleja, integrada por plantas, agua, animales, personas y minerales. Y, a la vez, somos personas extremadamente vulnerables.

Somos vulnerables porque nuestra vida en solitario es simplemente inviable. Es decir, la vida de los seres humanos solamente es viable inserta en una sociedad que garantice que se van a recibir todas las atenciones que aseguren las condiciones de su existencia.

El agua que bebemos, los minerales que utilizamos para generar energía o los alimentos que comemos, dependen en primera instancia de procesos como la fotosíntesis, la polinización, el ciclo del agua… Sin naturaleza no hay tecnología posible, ni economía, ni vida… 

Somos seres radicalmente eco dependientes.

Vulnerabilidad e interdependencia

Además, los seres humanos somos también vulnerables en otro sentido. Lo somos en la primera infancia en donde no podemos sobrevivir si nadie nos cuida y nos atiende. Lo somos también cuando llega la vejez. Vivimos en sociedades muy envejecidas y hay muchas personas que no pueden sobrevivir cotidianamente sin que nadie las atienda. Personas que no pueden levantarse de la cama, acostarse, alimentarse, asearse o salir a la calle por ellas mismas. Muchas vidas de personas mayores no son viables si no hay otros seres humanos que se ocupen de ellas.

Hay también personas con diversidades funcionales. Y, según cómo sea esa diversidad funcional, se precisará un acompañamiento todos y cada uno de los días de la vida para poder mantenerse existiendo con dignidad. También, cualquiera de nosotras y nosotros podemos vivir situaciones de vulnerabilidad en momentos de enfermedad. 

No hay ningún ser humano que se pueda considerar a sí mismo completamente independiente. Todos los seres humanos vamos a ser dependientes a lo largo de toda nuestra existencia pero, sobre todo, en algunos momentos del ciclo vital.

Eso no es un rasgo patológico de la vida, sino un rasgo inherente de la propia vida.

Somos seres radicalmente interdependientes. La vida humana es eco dependiente e interdependiente, es decir, dependemos de la existencia de otras personas y seres. 

Una vida humana, por el hecho de haber nacido, no constituye una certeza para siempre, sino que una vida humana nacida es una posibilidad. Y lo que hace que esa vida posible se transforme en una vida cierta es precisamente que se dé en un entorno que cuida de la vida, que cuida de la existencia de esa vida. Se trata del sostenimiento de la vida humana.

Para poder garantizar que todas las personas tengan existencias dignas y con derechos, hace falta hacerse cargo y ocuparse intencionalmente de sostener las existencias. Es lo que llamamos trabajo de cuidados.

¿De qué hablamos cuando hablamos de cuidados?

El trabajo de cuidados es una serie de tareas complejas que tienen que ver con la cobertura de las necesidades afectivas, relacionales y materiales de los seres humanos en sus vidas cotidianas.

Trata de la producción y preparación de alimentos dentro de los hogares, de la gestión de todas las cuestiones materiales que utilizamos en el hogar, desde el aprovisionamiento energético hasta el uso del agua. Con cuidados nos referimos también a la atención directa a la dependencia. De hecho, la mayor parte del trabajo que realizamos para mantener con dignidad la vida de las personas dependientes se hace, por ejemplo, dentro de los hogares.

Los cuidados son todas aquellas tareas que permiten generar cotidianamente condiciones de existencia para todos los seres humanos: niños, niñas, mayores, personas dependientes… pero, en general, al conjunto de toda la vida.

Todo ese trabajo de cuidados requiere también una planificación y atención mental que supone una carga. Y cuanto más precaria es la vida, cuantas más desigualdades hay y cuantas más amenazas inciden en la vida cotidiana de las personas, más complicada resulta esa tarea de planificación. 

El cambio climático está amenazando nuestra vida y haciendo también que esos trabajos de cuidados sean más difíciles y, a la vez, más necesarios. Las personas vulnerables lo son más ante el cambio climático, personas que necesitan cada vez más cuidados. 

¿Quién cuida en nuestra sociedad?

En nuestra sociedad, fundamental y mayoritariamente, cuidan las mujeres. Mujeres en el ámbito de los hogares haciendo un trabajo gratuito, no pagado. Amas de casa que asumen una buena parte de esas tareas en solitario. También empleadas domésticas, mujeres en los trabajos peor pagados, peor considerados y menos valorados de nuestro mercado laboral. Trabajadoras que, por cierto, durante la pandemia fueron calificadas como esenciales. Un trabajo imprescindible

Este trabajo doméstico era históricamente migrante. Primero realizado por las chicas de los pueblos que iban a servir a la ciudad y, tras la globalización de la economía, trabajo realizado por mujeres de otros países. 

También son trabajadoras gratuitas las abuelas, y los abuelos, que en este momento se están ocupando en buena medida de sostener las vidas de esta sociedad.

El cambio climático tiene un impacto terrible en nuestra salud y agrava enormemente los problemas de cuidados, incrementando la necesidad de tiempo, de trabajo y de cuidado.

¿Cómo podemos mejorar el trabajo de cuidados?

En primer lugar, debemos asegurar la corresponsabilidad colectiva del trabajo de cuidados. Reduciendo, por ejemplo, las jornadas laborales sin reducir los ingresos, para permitir que haya tiempo dedicado a los cuidados y repartir las tareas para que no las hagan solamente mujeres sino el conjunto de todas las personas. Podemos, también, priorizar el gasto social en aquellos servicios públicos que están siendo parcialmente desmantelados y que son absolutamente imprescindibles para que la vida pueda ser cuidada.

En segundo lugar, necesitamos promover una actitud ética y corresponsable con la tarea del cuidado. Impulsar políticas que afecten a la arquitectura, al urbanismo, la fiscalidad, las legislaciones laborales, la vivienda o a la energía para garantizar que la cobertura de los derechos políticos y materiales sea un hecho para todas las personas.

Y, en tercer lugar, debemos reconstruir el bienestar cotidiano. Políticas ligadas a la infancia, a la vejez, a la diversidad funcional y a las situaciones de enfermedad que garanticen la cobertura de todas las necesidades de cuidados. Políticas absolutamente ligadas a las cuestiones de salud pública, a lo que llamamos el sostenimiento de la vida.

Vivimos una crisis ecosocial que afecta a la vida humana de forma clara. El cambio climático nos empuja a repensar la vida en común. Para solventar esta crisis necesitamos poner la vida y los trabajos de cuidados en el centro y darles el valor que tienen.