La adaptación, la mitigación y el desarrollo sostenible van de la mano con una transformación justa y equitativa

Transformacion justa y equitativa

Asunción Lera St Clair, Investigadora Senior, especialista en dimensiones Sociales y Humanas del Cambio Climático. Departamento Ciencias de la Tierra, Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS).

Al analizar la transición ecológica y el cambio climático desde el punto de vista social y humano, la narrativa cambia. Desde las ciencias sociales y las humanidades, el cambio climático deja de ser visto como un problema meramente medioambiental para considerarse un problema social, político, cultural, económico y también, fundamentalmente, una cuestión de valores y principios.

Este necesario cambio de perspectiva nos ayuda a ver a la transición ecológica enmarcada como una transición social. 

Como problema medioambiental, las respuestas al cambio climático suelen estar limitadas por miradas centradas en temas como los ecosistemas o, como la necesidad de cambios de comportamiento, de cambios de estilo de vida. Estas respuestas, aunque importantes, son limitadas. Desde la perspectiva humana y social, los tipos de problemas que se ven asociados con el cambio climático y las soluciones que se proponen, se expanden de forma bastante importante.

Son cuestiones, una vez más, no sólo medioambientales, sino económicas, sociales o culturales. Cuestiones asociadas con desigualdades, con políticas de apoyo social o salud, con asuntos de poder, con instituciones. Cuestiones que son locales y globales al mismo tiempo. 

La perspectiva social del problema del cambio climático y la transición ecológica aumenta nuestra capacidad de responder y las herramientas que hay a nuestra disposición para hacerlo. Los seres humanos no experimentamos diferentes tipos de riesgos y vulnerabilidades de manera independiente. Es decir, la preocupación de tener que pagar la factura de la luz, no se gestiona de forma separada a la preocupación por estar en paro, o por la falta de apoyo social o por ver mi voz excluida de la sociedad. Todas las preocupaciones se experimentan al mismo tiempo en nuestro lugar en el mundo, en un momento y lugar concreto, tanto como individuos, como comunidades.

Los factores socioeconómicos son críticos y determinan la vulnerabilidad y la resiliencia. Los impactos del cambio climático son diferenciados precisamente porque amplifican problemas ya existentes.

Los grupos más vulnerables por determinadas razones socioeconómicas lo son también ante el cambio climático. Son, además, los que tienen menos capacidad adaptativa y menor resiliencia. Tenemos muchísimos ejemplos y evidencias de que donde hay desigualdad y falta de cohesión social, hay muchísimas más dificultades y menores opciones tanto para adaptarse como para reducir las emisiones.

Diversos estudios empíricos demuestran que el cambio climático está generando trampas de pobreza no solamente en países con altos índices de pobreza, sino ahora también en Europa y Estados Unidos. Las conexiones que generan estas trampas son realmente globales.

Pero la perspectiva social también nos permite aumentar el espacio de las soluciones. Si queremos sociedades mejor adaptadas y preparadas para enfrentar la transición hacia un futuro sostenible necesitamos atender a todas estas dimensiones conjuntamente y conseguir que mientras nos adaptamos al cambio climático y creamos estrategias para mitigarlo, reducimos también las desigualdades, mejoramos el bienestar y generamos sociedades más justas. 

La adaptación, la mitigación y el desarrollo sostenible van de la mano con una transformación justa y equitativa. Crean sinergias y eficiencias y aportan soluciones integrales.

La perspectiva social y humana también nos permite vislumbrar las conexiones que los individuos y las sociedades tienen con el medio ambiente. Por ejemplo, la historia del arte nos permite entender la importancia de la conexión que las sociedades tienen con la naturaleza, pero también la importancia que la naturaleza y otros seres vivos tiene para nosotros como seres humanos, para nuestro sentido de vivir y para nuestro futuro.

Igualmente, al observar la representación que muchas veces se hace de los Objetivos de Desarrollo Sostenible impulsados por Naciones Unidas vemos en la base los objetivos medioambientales, en medio los sociales y encima los económicos. Es así, como tiene sentido.

La deliberación democrática, como metodología social, nos permite tomar decisiones basadas en la ciencia, pero para las que la ciencia no tiene todas las respuestas. Diferentes grupos sociales en nuestro país tienen diferentes prioridades, intereses, puntos de vista y recursos, pero se necesita encontrar consenso, un contrato social.

La deliberación democrática que se está practicando en la Asamblea Ciudadana para el Clima es una herramienta fundamental que ejecuta metodologías de las ciencias sociales al ejercer el derecho de la ciudadanía de participar en decisiones críticas basadas en ciencia para un futuro común. Las cien personas que forman parte de la Asamblea, son una representación de una mini-España que aporta diferentes perspectivas y prioridades, permitiendo con su compromiso generar un consenso representativo.