¿Cómo está abordando España la transición energética?

Joan Groizard es director del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE).

Cuando pensamos en cambio climático y en energía, seguramente nos viene a la mente la energía solar o la energía eólica. Pero aunque avancemos mucho en energías que no emitan CO2, ¿qué sucede con toda la energía que consumimos cuando repostamos, cuando nos movemos en cualquier vehículo, con el gas natural que utilizamos para calentar el agua en casa, para cocinar…? Para lograr una transición energética no solo hay que avanzar en energías renovables, sino que tenemos que asegurar que el resto de nuestro consumo energético o bien se pase a electricidad, que se puede generar con energías renovables, o bien se encuentren otras formas de generarlo.

Estamos abordando la transición energética a través de dos vías de acción en paralelo. Lo primero que hay que procurar siempre es reducir el consumo, y lo segundo, que el consumo que quede sea de energías renovables

Nos hemos marcado una serie de objetivos de reducción del consumo energético para 2030, que se podrán lograr si somos capaces de implementar todas las medidas que nos hemos propuesto. Por un lado, se trata de conseguir que haya menos consumo energético en 2030 de lo que hay estos años. Y, por otro, de incrementar la aportación de renovables para 2030. El resultado final será que el uso de combustibles fósiles se reduzca bastante con ese efecto doble. Se reduce porque reducimos el consumo, pero también porque una parte importante de ese consumo pasa a ser de energías renovables.

Medidas para reducir el consumo

¿Cómo reducimos el consumo? Hay cientos de medidas distintas, pero me gustaría poner dos encima de la mesa, porque son dos de las más relevantes y con más impacto. Una parte importante del consumo es en movilidad, en gasolina, en gasoil, etc., por lo que una de las medidas que contempla el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030 es cambiar cómo nos movemos. No se trata de movernos menos, se trata de movernos mejor. Si voy yo solo en un coche, tengo que mover varias toneladas de metal solo para desplazarme de un sitio a otro. Puedo compartir ese coche con dos o tres personas, puedo ir en transporte público o, mejor incluso, me puedo mover en bici o a pie porque hay un camino seguro, sin coches y sin ruido, entre mi casa y el colegio, la universidad o el trabajo. Todo eso supone una reducción del consumo energético.

El objetivo que nos hemos fijado es grande: reducir el 35% de los desplazamientos. Por poner un ejemplo, de las 100 personas que forman parte de la Asamblea Ciudadana, suponiendo que todas usen el coche en sus desplazamientos diarios, 35 tendrían que dejar de hacerlo. Eso no se hace de un día para otro, tiene muchas implicaciones y es un reto.

Otra de las medidas que se están planteando es incrementar significativamente el ritmo de mejora energética de nuestros edificios. Si en los hogares y en las empresas pasamos a tener cristales dobles, si mejoramos el aislamiento que tenemos en las paredes de nuestros edificios, conseguiremos reducir el consumo energético. De hecho, en España tenemos un clima que, con las técnicas de construcción que existen a día de hoy, casi no deberíamos necesitar energía para climatizar y estar a una temperatura adecuada en nuestro hogar. Es decir, se pueden diseñar edificios nuevos que prácticamente no consuman energía.

Para eso necesitamos acelerar la mejora energética de nuestros edificios. El ritmo de rehabilitación energética de edificios en España es bastante más bajo que el de países como Alemania, Francia o Italia, pero también menor que el de Rumanía o Polonia, que no son países precisamente ricos.

Nos hemos fijado un objetivo que es, cada año, rehabilitar diez veces más de lo que hacemos a día de hoy. Esto supone que todas las empresas que están rehabilitando edificios en España, tendrían que hacer el trabajo que hacen en un año en un poquito más de un mes, porque el resto del año tendrían que hacer nueve veces más ese mismo trabajo. Y no solo un año, sino los años siguientes. 

Reducir el consumo energético en España es un reto enorme. Pero hay que hacerlo, y es viable hacerlo. Lo primero que tiene que ocurrir para rehabilitar un edificio no es solo que haya empresas que puedan hacerlo, sino que quienes viven en ese edificio tomen la decisión de hacerlo. A día de hoy hay ayudas con los fondos europeos para rehabilitar nuestra casa y desgravaciones fiscales. Es decir, si alguien quiere rehabilitar su casa o su edificio, se lo puede desgravar en la declaración de la renta del año que viene. No es fácil: ponerse de acuerdo con los vecinos siempre es complicado para cualquier cosa, y hacerlo para rehabilitar es más difícil todavía. Pero tenemos la oportunidad de hacerlo.

Estos son dos ejemplos muy concretos de la apuesta para reducir el consumo energético en nuestro país. Pero, además, el consumo energético que quede habrá que pasarlo a renovables. ¿Cómo hay que hacerlo? Obviamente, hay que instalar renovables. Pero, también, hay que electrificar aquellos consumos que a día de hoy no son electricidad, como la movilidad. Y, allí donde no se pueda electrificar, hay que usar otras fuentes de energía. El hidrógeno renovable se puede utilizar, por ejemplo, en camiones pesados o en aquellas industrias que no pueden utilizar electricidad para su proceso productivo. 

Ventajas de las energías renovables

Hay bastantes ventajas asociadas al paso a las renovables. La primera son los costes. A día de hoy, las energías renovables maduras como la eólica y la solar son la forma más barata de generar electricidad, especialmente en sitios como España, donde hay recursos. Si nos fijamos en la subasta de renovables del año pasado en España, vemos que las renovables son más baratas de lo que ha sido el mercado en cualquier momento, y especialmente ahora, que estamos condicionados por el contexto de guerra en Europa y el alto precio del gas natural.

Avanzar en renovables nos permite expulsar a los combustibles fósiles más caros del mix e ir bajando la factura eléctrica. Cuanto más avancemos en renovables, más rápido podremos bajar el conjunto de la factura, de tal manera que a lo largo de la década, si implantamos las medidas de eficiencia energética y de renovables previstas, nuestro país se puede ahorrar más de 100.000 millones de euros en la década. 100.000 millones de euros que se pueden dedicar a mejores inversiones, a mejorar la calidad del empleo, a mejorar los servicios públicos…

Otra de las ventajas de las renovables es que los combustibles fósiles hay que importarlos. Importamos gas de Rusia y de Argelia, importamos petróleo de Emiratos Árabes y de Arabia Saudí. Mientras, el sol y el viento son recursos que tenemos aquí, de hecho España es el país con más recurso solar de toda Europa, y uno de los países con más recurso eólico de toda Europa. 

Es cierto que, además de estos recursos, necesitamos materias primas como litio o silicio para fabricar las placas solares o los molinos. Pero no es tan grave como podría parecer. La Agencia Internacional de Energías Renovables, IRENA, publicó un informe sobre el impacto geopolítico de la transición energética. ¿Qué pasa cuando dejamos de depender de combustibles fósiles, que están en unos países muy concretos, y en vez de eso pasamos a usar energías renovables? El viento y el sol están prácticamente en todas partes, pero incluso esos materiales que llamamos materiales raros, geológicamente no son tan raros. Están mucho más distribuidos globalmente que los combustibles fósiles. Pero, además, tienen una diferencia fundamental. Cuando importas un litro de gasolina, una vez la utilizas, ya sea en un motor o para generar electricidad, la pierdes. Esa gasolina se convierte en CO2, contribuye a la emergencia climática y además hay que importar el siguiente litro de gasolina. Pero cuando importas un kilo de litio para hacer baterías de coches eléctricos, por ejemplo, ese kilo se queda ahí, ese litio no desaparece, se puede reciclar y reutilizar.

Por tanto, se trata de cambiar una dinámica de importación de materiales por una dinámica de utilizar recursos autóctonos como el sol y el viento, con unos materiales que tienen una usabilidad infinitas veces mayor que los combustibles fósiles. 

La última ventaja se refiere a qué espacio hay que ocupar para usar las renovables. Con dedicar un 0,2 % del territorio para energía solar y un 1 % para eólica, cubriríamos el 100 % de nuestras necesidades. Si lo comparamos con la superficie cultivable o la superficie protegida en nuestro país, vemos que ni la agricultura ni la biodiversidad están en riesgo por las energías renovables. Y es que, además, el uso del espacio para energías renovables es perfectamente compatible con otros usos. Es decir, allí donde se implanta la energía solar y la energía eólica, aunque sólo sea una pequeña parte del territorio comparado con la superficie cultivable o con la superficie protegida, ese mismo espacio se puede seguir destinando a usos agrícolas o usos ganaderos. Por lo tanto, es plenamente compatible con el territorio.