Gema Alcañiz Roy es bióloga y técnica ambiental.
La huella de carbono describe la cantidad total de emisiones de CO2 y de otros gases
de efecto invernadero que son causados directa o indirectamente por una persona, por una organización o una entidad, o por un producto a lo largo de todo su ciclo de vida. En un producto se calcula desde que nace hasta que muere, desde que se empiezan a extraer las materias primas de la naturaleza, el transporte de esas materias primas, el procesado de las mismas para elaborar el producto, el transporte hasta la zona donde se tenga que vender y el consumo. También se incluyen las emisiones derivadas de su gestión, cuando ese producto se convierte en un residuo.
Otro concepto interesante es el de huella hídrica, que hace referencia al cálculo del volumen total de agua dulce que se utiliza para producir un bien o un servicio. ¿Qué cantidad de agua dulce se ha necesitado para producir determinados alimentos? Ese sería uno de los aspectos más obvios, pero también se puede calcular qué cantidad de agua se usa para producir unos vaqueros, que utilizan una cantidad enorme de agua, o para producir una camiseta. Hay una gran cantidad de productos en los que se utiliza agua para su procesado.
También existe el concepto de huella ecológica, que es algo más amplio. No se concreta en gases de efecto invernadero o en agua, sino que calcula la superficie necesaria para producir los recursos que utiliza una persona, así como para absorber los residuos que esa persona genera. Se puede hacer un cálculo a nivel individual pero también a nivel de una provincia, un país o una región.
Ser conscientes de nuestras emisiones
Todo este tipo de conceptos pueden servir para diferentes fines, pero el fundamental debería ser ofrecer información que ayude a reducirlos. En el caso de la huella de carbono, ser conscientes de nuestras emisiones es el primer paso para que podamos reducirlas. Cuando calculamos la huella de carbono identificamos cuáles son los procesos o los hábitos que más gases de efecto invernadero producen y esto puede servir para pensar y planificar cómo podemos reducir las emisiones.
También nos permite comparar entre diversas opciones, con el objetivo de tomar decisiones basadas en minimizar nuestro impacto. Por ejemplo, puede servir para elegir entre varias opciones de medio de transporte comparando las emisiones.
Eso sí, para poder comparar las huellas de carbono se debe confirmar previamente que incluyen los mismos conceptos. Se puede calcular la huella de carbono de un viaje, incluyendo el transporte y las emisiones derivadas de la comida que vamos a realizar. O podemos tener en cuenta también todos los procesos previos que hemos hecho para organizar ese viaje. Es decir, podremos comparar la huella en función de los conceptos que tengamos en cuenta a la hora de calcularla.
En el caso de empresas o entidades, el Ministerio de Transición Ecológica (MITERD) dispone de un registro de huella de carbono, de compensación y de proyectos de absorción donde se pueden inscribir las entidades interesadas. Para ello disponen la opción de calcular su huella de carbono, plantear opciones para reducirla o también para compensarla (realizar una aportación económica a un proyecto que absorba las toneladas de CO2 equivalentes a las que se emiten debido a la actividad de la entidad). Dependiendo del alcance de su compromiso, obtendrá un sello identificador.
Para poder calcular la huella de carbono existen diversas herramientas que nos ayudan, comúnmente llamadas calculadoras de huella de carbono. En estas calculadoras introducimos nuestros consumos y, mediante factores de emisión, se transforman en toneladas equivalentes de CO2. Hay calculadoras para hacer esta operación a nivel individual pero también para entidades, organizaciones o municipios.