¿Cuál ha sido la transformación del sistema alimentario en las últimas décadas?

Marta G. Rivera Ferre es profesora de Investigación del CSIC en INGENIO (CSIC – UPV) y autora del IPCC.

La transformación del sistema alimentario en las últimas décadas tiene que ver con el contexto social, económico y político, pero fundamentalmente ha ido encaminada a una industrialización del sistema alimentario, en la parte del consumo y en la parte de producción.

La parte de consumo implica un alejamiento de la dieta mediterránea, un incremento en el consumo de proteína de origen animal y de alimentos ultra procesados. Y en la parte de producción, implica fundamentalmente la adopción de un paquete tecnológico encaminado a introducir la lógica industrial en la producción de alimentos. Este cambio no es banal, porque la lógica industrial está muy encaminada a la maximización de beneficios.

El sistema agroalimentario, la producción de alimentos, tiene lugar en el medio natural. No es una industria, es una actividad que tiene como función fundamental producir alimentos, que está muy vinculada a otro elemento, que es garantizar el derecho humano a la alimentación.

Impactos de la industrialización

Esta transformación del sistema alimentario hacia una mayor industrialización ha tenido una serie de impactos. Por un lado, impactos en el medio natural, como las emisiones de gases de efecto invernadero. Según el informe del IPCC de suelos, un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero están vinculadas a la producción y al consumo de alimentos. También tiene impactos en el uso del agua, en el uso del suelo, en el ciclo de los nutrientes. Dentro de lo que son los límites planetarios, los ciclos del nitrógeno y del fósforo están absolutamente saturados. El principal actor responsable de esto es el sistema alimentario, fundamentalmente el sistema alimentario industrializado, la producción de alimentos industriales que depende de los fertilizantes químicos, de los fertilizantes nitrogenados.

Pero también tiene un impacto en el paisaje. Hay una homogeneización de la forma de producción y una pérdida de la diversidad de formas productivas que normalmente estaba asociada a los sistemas alimentarios. Es decir, se pierde un conocimiento vinculado a la forma de producir alimentos que se ha ido acumulando a lo largo de los últimos siglos. 

Y además tiene un impacto en las personas que viven en el medio rural. Se produce una pérdida muy importante del número de explotaciones. Entre 2005 y 2016, en la Unión Europea se perdieron 4,3 millones de explotaciones agrarias, que es una cifra absolutamente tremenda, porque hace referencia a la pérdida de personas que viven en el medio rural trabajando en la producción de alimentos. En España, por ejemplo, entre 1999 y 2009 se perdieron más de 300.000 explotaciones agrarias, casi un cuarto del total. Esto es un drama social y económico.

El problema es que este modelo de producción de alimentos requiere de una economía de escala, una serie de inversiones para la modernización y una estructura productiva que no permite a los productores ni siquiera poner los precios de sus productos. Se convierten en unos actores subordinados al resto de actores que forman parte del sistema agroalimentario, lo que hace inviable que las personas productoras puedan vivir en el medio rural.

Desarrollo climáticamente resiliente

Una de las cosas que nos planteamos cuando trabajamos en el ámbito del sistema agroalimentario en el contexto de cambio climático, es que hace falta lo que en el último informe de IPCC se denomina ‘desarrollo climáticamente resiliente’. Esto implica una transformación profunda del sistema agroalimentario actual.

Implica, por un lado, que haya gente produciendo alimentos, porque la pérdida de personas que viven en el medio rural produciendo alimentos supone una pérdida de la gestión de los ecosistemas agrarios y una mayor vulnerabilidad de toda la sociedad. Por ejemplo, en el sistema mediterráneo la pérdida y el abandono de la ganadería extensiva en nuestros ecosistemas agrarios implica un mayor riesgo de incendios en el contexto de cambio climático. Para ser menos vulnerables a esta tendencia que nos dicen las proyecciones climáticas, hace falta recuperar la ganadería extensiva de pequeño rumiante que nos permita gestionar este territorio.

Pero, por otro lado, harían falta estrategias que no solamente contribuyan a mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero en el medio rural vinculadas al sistema alimentario, sino que nos permitan adaptarnos. Y aquí es donde estos sistemas alimentarios tradicionales juegan con ventaja con respecto a los industrializados.

Un elemento fundamental, que tiene que ver con ese cambio de modelo de producción, es la recuperación de los sistemas mixtos de producción, en los que la ganadería se integra con la agricultura. Uno de los efectos de la industrialización del sistema alimentario es que se produce una separación de la agricultura y la ganadería, hay una mayor especialización hacia un modelo de monocultivo. Somos muy buenos produciendo cerdos, produciendo pollos, produciendo trigo, pero hemos perdido la diversificación en los sistemas agroalimentarios, que es absolutamente crucial. Nos lo dice también el último informe del IPCC de adaptación al cambio climático en su capítulo cinco: Para generar sistemas alimentarios resilientes al cambio climático necesitamos que sean diversos, fomentar la diversidad, la agrobiodiversidad. Necesitamos recuperar sistemas mixtos de producción, recuperar sistemas agrosilvopastoriles, sistemas agroforestales. Todo esto lo podemos recuperar sabiendo o teniendo como punto de partida aquellos sistemas tradicionales que ya se gestionaban de esta manera.

Conocimientos tradicionales

Hay otro punto importante en el cual somos extremadamente vulnerables. El conocimiento tradicional, el conocimiento local, tiene una gran importancia, pero el sistema industrial ha ido dejándolo de lado. Necesitamos recuperarlo para ser capaces de regenerar nuestro sistema alimentario y para construir, a partir de este conocimiento y de las personas que viven en el medio rural, un sistema alimentario que permita reducir las emisiones y sea capaz de adaptarse al cambio climático. Los saberes del sistema alimentario tradicional, basado en la diversidad, en las variedades autóctonas, son los que tienen el mayor potencial para alcanzar este objetivo.

¿Qué ocurre? Que hace falta gente que sea capaz de vivir de la agricultura de forma digna. Y para eso hace falta cambiar una serie de condiciones estructurales. Hace falta, por ejemplo, favorecer el acceso a la tierra. Se puede pensar que esa no es una estrategia de adaptación al cambio climático, pero sí, porque es una política necesaria para que la gente pueda irse al campo a producir alimentos y cambiar el modelo de producción hacia uno agroecológico. Este modelo tiene la capacidad de producir alimentos de una forma que permite reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, por un lado, y adaptarnos al cambio climático, por otro.

El sistema industrial de producción de alimentos extrae nutrientes del suelo y los repone mediante la fertilización nitrogenada. Esto tiene un impacto en las emisiones, ya que la producción de fertilizantes nitrogenados depende de la energía fósil. En un contexto de guerra como el actual esa dependencia a la energía fósil nos hace extremadamente vulnerables a las condiciones geopolíticas. Pero, además, implica una degradación del suelo en el que se vierten estos fertilizantes. Entonces, hace falta una fertilización del suelo basada en estos manejos agrarios tradicionales y en la agroecología, en diálogo con el conocimiento científico actual, y que implica rotaciones de cultivo, recuperación de variedades tradicionales, asociaciones de cultivo, lo que se llama el intercropping

Consumo y producción

Tenemos otro problema en España: el envejecimiento de la población agraria. Tenemos una población productora de alimentos muy envejecida y hace falta promover políticas que permitan que la gente joven pueda irse al campo a producir alimentos. Hace falta también, y esto está vinculado con la soberanía alimentaria, promover los circuitos locales de comercialización. Circuitos cortos, de proximidad, que nos permiten reducir la dependencia del transporte, pero también favorecer el consumo de alimentos de temporada, lo que tiene que ver con la vuelta a la dieta mediterránea. Es decir, que la parte de producción y la parte de consumo van absolutamente ligadas.

Otro ejemplo: en la parte productiva en España nos haría falta recuperar el cultivo de leguminosas, grano para el consumo humano, porque se ha reducido de una forma muy importante su consumo. El consumo de leguminosas es una característica de la dieta mediterránea, de lenteja, de garbanzo, los típicos potajes de la abuela. Pero, en la actualidad, el 80 % de las leguminosas que se consumen en España son importadas. El cambio hacia una cultura alimentaria mediterránea que recupere esos patrones requiere de un incremento del cultivo de leguminosas. Pero es que, además, la producción de leguminosas nos permite reducir la fertilización nitrogenada, porque capturan nitrógeno de la atmósfera y lo llevan a sus raíces, al suelo. Por tanto, estamos mitigando porque estamos produciendo. De esta manera reducimos nuestra dependencia de los fertilizantes y generamos rotaciones de cultivo que son necesarias para transitar hacia modelos de producción agroecológicos.

Este tipo de cosas son fundamentales para transformar el sistema agroalimentario, pero hace falta, como decía, generar unas condiciones que permitan que la gente pueda vivir en el medio rural para ganarse la vida dignamente de la producción de alimentos. Y esto implica un cambio estructural importante.

En el sistema agroalimentario nos encontramos con que hay políticas que parece que no estén encaminadas directamente a la reducción de las emisiones o a la adaptación al cambio climático, pero que son de forma indirecta absolutamente necesarias para transitar hacia modelos y sistemas agroalimentarios climáticamente resilientes. Necesitamos políticas que permitan cambiar nuestro sistema alimentario, el modelo de producción de alimentos, que la gente pueda ir al campo a producirlos y vivir dignamente de esa actividad, que es una de las causas del despoblamiento rural. Esto nos hace muy vulnerables.