¿Cómo reaccionan los ecosistemas ante el cambio climático?

Los ecosistemas ante el cambio climatico

Marta Múgica, directora de EUROPARC en España, la red para la conservación del patrimonio natural y cultural asociado de Europa.

El cambio climático nos enseña que todo está conectado. Las palabras ecología y economía comparten una raíz común, oikos, casa. El estudio y la administración de nuestra casa común es más importante que nunca para entender procesos complejos y actuar de forma inteligente.  

El aumento de la temperatura y la menor disponibilidad de agua son factores determinantes para el funcionamiento de los ecosistemas. El impacto derivado del cambio climático va a depender en gran medida del estado de conservación de los ecosistemas, del grado de transformación actual y de las decisiones que tomemos como sociedad.

España es un país muy rico en biodiversidad y con una gran variedad de ecosistemas, desde los ecosistemas de montaña hasta las praderas submarinas y a todos les afectan el aumento de las temperaturas y sus consecuencias.

La disminución del número de días de nieve y el menor número de días de frío extremo hace que las especies adaptadas a condiciones de frío suban en altitud, si pueden. Algunas se extinguirán probablemente. Las especies que mejor se adapten al aumento de temperaturas se expandirán. Habrá ganadores, pero también muchos perdedores.

La disminución de las precipitaciones medias anuales provoca sequías más prolongadas en las zonas de montaña. Además, el abandono de la ganadería extensiva aumenta la matorralización y con ello la pérdida de pastos de alta montaña y el riesgo de incendios. El aumento de las temperaturas y la mayor sequía aumentan el riesgo de grandes incendios forestales.

Otro de los efectos del cambio climático es el aumento de la frecuencia de lluvias torrenciales. Los bosques cumplen un papel esencial, retienen el suelo y, por ello, evitan la erosión. Se calcula que las pérdidas de suelo después de lluvias torrenciales pueden ser de hasta 100 veces superiores en zonas quemadas. Evitar la erosión también ahorra gastos de limpieza de los fondos de embalses.

Los bosques, especialmente aquellos con árboles de tamaños variados y de diversas especies, son más resistentes al cambio climático, resisten mejor los incendios forestales y se defienden mejor de las plagas. Además, contribuyen a la mitigación del cambio climático. Se calcula que los bosques en España fijan una cantidad neta de CO2 equivalente al 17,5% de las emisiones totales del país.

Los humedales, charcas y lagunas son ecosistemas muy vulnerables por su dependencia del agua, tanto superficial como subterránea, tanto en cantidad como en calidad. Uno de los grupos de fauna más afectados por el cambio climático son los anfibios, muy sensibles a la contaminación y a la entrada de especies exóticas.

Los humedales, en especial las turberas, son también grandes almacenes de carbono y, por tanto, tienen un papel esencial en la mitigación del cambio climático. Albergan mucha vida (aves, peces, anfibios, plantas acuáticas, algas) y además aportan gran diversidad paisajística, especialmente en las zonas más áridas de nuestro país. Son esenciales para las aves en sus rutas migratorias, cuyas pautas también están cambiando con el aumento de las temperaturas. Y es que otro de los grandes efectos del cambio climático es el cambio de estacionalidad. Los árboles caducifolios pierden más tarde sus hojas; la floración se adelanta, las interacciones con los polinizadores se desajustan. Las encinas, muy bien adaptadas a las condiciones propias de nuestro clima mediterráneo, están más expuestas al estrés por sequía y las altas temperaturas al que se suma el ataque de patógenos exóticos del suelo, con consecuencias también enormes para la economía (por ejemplo el  fenómeno de la seca que provoca el decaimiento y eventualmente la muerte de los árboles).

No hay ecosistema que escape al impacto del cambio climático. 

El ascenso del nivel del mar y el aumento en la frecuencia e intensidad de los temporales afecta a los ecosistemas costeros. Los sistemas dunares, ya alterados por el desarrollo urbanístico del litoral, están más expuestos a la erosión por los temporales. Además de influir en la supervivencia de plantas y animales, se altera la dinámica del litoral con múltiples consecuencias económicas.

En el mar, el aumento de la temperatura del agua está provocando mortandades masivas del coral rojo, que necesita aguas frescas. El aumento de emisiones de CO2 provoca  la acidificación del océano. El aumento del dióxido de carbono disuelto provoca reacciones químicas que finalmente se traducen en una menor disponibilidad del calcio que necesitan los organismos para sus estructuras corporales. Esto afecta a su vigor y finalmente, a las demás especies que se alimentan de ellos.

La conservación de los ecosistemas submarinos es crucial para la propia regulación del clima. Las praderas submarinas son altamente productivas. Una hectárea de pradera de Posidonia oceánica, muy importante en el Mediterráneo, equivale a 15 hectáreas de bosque prístino amazónico en términos de su capacidad de secuestro de carbono. Además de albergar mucha vida (peces, aves, moluscos, crustáceos, esponjas, algas, seres microscópicos cuyos restos contribuyen a la arena blanca y fina de las playas), son fuente de alimentos, producen oxígeno, estabilizan los sedimentos marinos y protegen contra la erosión de la costa al amortiguar los efectos del oleaje.

Estos son solo algunos ejemplos que demuestran la importancia de conservar los ecosistemas.

Los ecosistemas en buen estado contribuyen a la mitigación por su papel en el secuestro de carbono y están mejor preparados frente al cambio climático.

El cambio climático se suma a otros factores de presión y por eso es importante eliminar otros impactos (contaminación, ocupación urbanística, explotación intensiva, masificación turística) y actuar para mejorar la capacidad de adaptación, aumentando la heterogeneidad del paisaje, evitando la fragmentación y mejorando la conectividad del territorio.

Hay que invertir en conservar, en restaurar, en mejorar el conocimiento científico y en su aplicación.