Cristina Linares, investigadora de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III, codirectora de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano.
Existe una conexión muy directa entre los cambios ambientales que surgen del calentamiento global y las grandes amenazas para la salud.
Si nos fijamos en nuestro entorno geográfico, en nuestra cuenca mediterránea, la temperatura media ya ha superado el aumento de un grado y medio que la ciencia determina como peligroso. Los mares que rodean nuestra península se calientan, lo que nos expone a temperaturas más extremas. De media, nos calentamos un 20% más rápido que el resto del planeta lo que significa que los impactos derivados del calentamiento global serán cada vez más acentuados en nuestro entorno.
Los episodios de extremos térmicos, como son las olas de calor, son cada vez más frecuentes e intensos. Cada verano se baten récords de temperaturas máximas. Nuestra salud se está viendo afectada de maneras muy diversas: acentuación e intensificación de enfermedades tipo crónico, principalmente de carácter cardiovascular; enfermedades de carácter respiratorio; y enfermedades renales por el desequilibrio electrolítico.
Durante la ola de calor del 2003 que vivimos en España, murieron 141 personas por golpe de calor directo, sin embargo, por agravación de otras patologías previas o relacionadas con el efecto de las olas de calor, murieron 6.600. En la actualidad las olas de calor suponen al año unas 1300 muertes.
La población más vulnerable, como personas mayores, embarazadas o personas con enfermedades neurológicas, Parkinson, Alzheimer o demencia, cuyas medicaciones les provocan desequilibrios en la forma de experimentar el calor, como reducción de sensación de sed, son aún más vulnerables y necesitan una atención especial.
Cada vez experimentamos fenómenos meteorológicos más extremos como danas o gotas frías, episodios de lluvias torrenciales cada vez más frecuentes. De media, en España se pierden cada año 700 vidas y 900 millones de euros por eventos meteorológicos extremos.
A estas pérdidas hay que sumar un aumento de lesiones, traumatismos y enfermedades de salud mental como la depresión o el estrés postraumático derivadas de estos eventos. La morbilidad se ve aumentada por la dificultad que muchas personas con enfermedades crónicas sufren por la imposibilidad de acceder a sus tratamientos de manera adecuada al no poder llegar a los centros de salud y mantener los controles sanitarios que necesitan. Por supuesto, hay también grandes pérdidas en hogares e infraestructuras. El coste económico, social y psicológico para la sociedad española, es muy grande.
El aumento de la contaminación atmosférica, intensificado por situaciones de bloqueo y estabilidad generadas por el cambio climático, provoca importantes efectos sobre enfermedades de tipo cardiovascular y respiratorio (incluyendo aumento de alergias). También hay un impacto en diversos tipos de cáncer, enfermedades neurodegenerativas o prematuridad que influyen en enfermedades endocrinas como la diabetes y la obesidad.
Por otra parte, nuestro entorno geográfico se ve muy afectado también por el aumento de incendios forestales y episodios de sequías, fenómenos que se retroalimentan el uno al otro. Las condiciones de sequía afectan no solo a la calidad del aire con consecuencias como el aumento de enfermedades respiratorias, sino también al aumento de las enfermedades renales, mentales y otras relacionadas con la mala calidad del agua .
En los dos últimos años España y Portugal fueron los países europeos que mayor número de incendios forestales registraron. Los incendios tienen impactos en la salud más allá de las poblaciones en las que se produce el incendio.
Por otra parte, los vectores de transmisión de enfermedades tropicales como el zika, el chikungunya, la malaria o el dengue, transmitidas por vectores como los mosquitos o las garrapatas, se ven favorecidas por el aumento de las temperaturas aumentando su extensión geográfica desde zonas tropicales hasta nuestro contexto geográfico. Desde 2018, se han identificado ya casos de este tipo de enfermedades no importadas.
Para finalizar, cabe también destacar el impacto del cambio climático sobre la seguridad alimentaria y la capacidad laboral de las personas, lo que está intensificando las migraciones climáticas.
Por lo tanto, reducir el cambio climático a través de la adaptación y la mitigación para prevenir los impactos del cambio climático, supondrá una disminución de la presión del sistema sanitario y menores costes en salud.