6º informe del IPCC – El calentamiento actual amenaza la salud del planeta y el bienestar de todos

José Manuel Moreno, Catedrático de Ecología de la Universidad de Castilla-La Mancha; Experto en evaluación de impactos, adaptación y vulnerabilidad del cambio climático; y Miembro del equipo de autores del VI Informe del Grupo II del IPCC

Artículo publicado a raíz de la divulgación del 6º informe del IPCC.

El Grupo Intergubernamental de Expertos en cambio climático, más conocido como el Panel de Naciones Unidas sobre Cambio Climático o por sus siglas en inglés como IPCC, acaba de aprobar la segunda parte de su informe de evaluación, que trata de los impactos, adaptación y vulnerabilidad del cambio climático. Este es el sexto informe que emite desde su creación en 1988. Como en los anteriores, numerosos científicos, más de 300 autores principales en este caso, ayudados también por cientos de autores contribuyentes y decenas de revisores, han elaborado un informe con los datos más actualizados sobre todo lo que sabemos acerca de los impactos del cambio climático, la adaptación al mismo y las vulnerabilidades frente a él. El IPCC es una organización única, por su rigor, transparencia y neutralidad política. Los informes los redactan expertos elegidos por el propio IPCC a propuesta de los gobiernos y otras entidades acreditadas, pero estos no tienen ninguna vinculación con quien les propone, no representan más que a sí mismos, y son elegidos por lo que saben.

Tras varios años de redacción, con varios borradores que son revisados por expertos y gobiernos, los autores someten su informe a la aprobación del plenario del IPCC. El informe consta de tres partes, el informe principal propiamente dicho, que es un texto de más de mil páginas, y dos resúmenes del mismo, uno técnico y otro destinado a los responsables de políticas. Este último contiene las principales conclusiones del informe y va destinado a aquellos que tienen que adoptar las políticas, aunque también al público en general. Su aprobación es un evento único en su clase, porque su contenido se aprueba oración por oración, para que no quede duda de que todos y cada uno de los elementos que lo componen ha sido aprobado por todos, pues los informes se aprueban por unanimidad. En el proceso de aprobación participan por un lado los gobiernos, que son la mayoría de los que hay en la Organización de las Naciones Unidas, y por otro, los autores que han redactado el informe. Este es un diálogo fructífero, porque los gobiernos tienen ocasión de cuestionar cualquier contenido del informe. Es un proceso riguroso, como ningún otro. Al final del día, cuando todas y cada una de la frases que componen el Informes para los Responsables de Políticas se han aprobado, el informe pasa a ser propiedad, no ya de quien lo escribió, que por supuesto, sino de todos los países que lo han hecho suyo al aprobarlo en su total literalidad. Podíamos decir que, a partir de eso momento se convierte en el informe de la ciencia de todos y para todos.

¿Qué aporta de nuevo este sexto informe?

Si tuviese que resumirlo, en una palabra, diría que contundencia. Durante los años que van de un informe a otro se publican miles de trabajos, y es una tarea hercúlea resumir qué es lo que aportan esos trabajos a lo que ya sabíamos. En estos últimos siete años la ciencia ha aportado sobre todo una mayor comprensión de cómo el cambio climático se está manifestando, sobre todo en sus extremos, y cómo estos están afectado a los sistemas naturales y humanos.  Los episodios meteorológicos y climáticos extremos son los más dañinos, los que ocasionan los mayores desastres. Estos abarcan todas las manifestaciones extremas del clima y la meteorología, como lluvias torrenciales, olas de calor o sequías, entre otros, con sus efectos sobre otros fenómenos conexos, como las inundaciones, los incendios forestales, las hambrunas, etc. La ciencia ha avanzado últimamente de manera extraordinaria sobre la comprensión de estos fenómenos y ha podido establecer para muchos de ellos que su ocurrencia ha sido debida, en parte, al cambio climático ya observado, porque este lo ha hecho más probable, intenso, duradero o extenso. En otras palabras, el calentamiento global observado, que alcanza 1,1°C sobre la época preindustrial, ya se ha manifestado en multitud de riesgos que se han materializado en forma de impactos severos a lo largo y ancho del planeta, afectando a los modos de vida de las personas, a la propia vida humana en forma muertes o enfermedades, a nuestros enseres y pertenencias y a los ecosistemas y especies del mundo entero.

No hay que retroceder mucho para recordar episodios extremos recientes. Sin ir más lejos, el año pasado, a principios de verano se observaron temperaturas de 49,6°C en el Oeste de Canadá, ocasionando olas de incendios de gran magnitud en el oeste de Norteamérica.  El verano pasado también tuvimos inundaciones excepciones en el sur de Alemania y en Bélgica, lluvias que fueron de una intensidad desconocida.  Actualmente, estamos viviendo un invierno extraordinariamente seco en el oeste peninsular, y cálido, que no sabemos aún dónde nos llevará. Estos episodios extremos, que se presentan con una alta recurrencia, son la expresión del clima nuevo en el que vivimos, y ocurren por todo el mundo, afectando a millones de personas. Personas que pierden sus cosechas por las sequías, sus casas porque se inundan por las crecidas de los ríos o por fenómenos costeros que se ven favorecidos por el incremento del nivel mar, o los lugares donde habitan por laderas que se desploman ayudadas por lluvias torrenciales. Hemos observado cómo incendios de magnitud desconocida, como los de Australia de hace un par de años, quemaban enormes porciones de su territorio forestal, llevándose por delante casas y propiedades, así como a millones de animales silvestres que, de repente, se quedaron sin hábitat, incrementando así su vulnerabilidad y peligro de extinción.

Los impactos y desastres son la manifestación de los riesgos derivados del clima y el cambio climático. Para que se materialicen, se necesitan tres componentes: por un lado, está el clima, con sus peligros meteorológicos y climáticos, por otro, están dos componentes que son mayoritariamente sociales, la exposición y la vulnerabilidad. Estos no tienen que ver con el clima, sino con la sociedad, con cómo nos gobernamos, con cómo nos anticipamos a los riesgos poniendo en marcha sistemas eficientes para su gestión, con cómo nos adaptamos al clima poniendo en marcha planes efectivos que nos permitan reducir el impacto del calentamiento global. Por exposición entendemos que haya elementos de valor expuestos en sitios que pueden ser afectados por un peligro. La vulnerabilidad hace referencia a la capacidad de verse negativamente afectado por una condición externa. Es algo que es intrínseco, se es o no se es vulnerable. Nuestras sociedad juega un papel fundamental en determinar la exposición y la vulnerabilidad. Por ejemplo, una mala planificación urbanística permitirá que construyamos casas en zonas inundables. Si en condiciones normales sabemos que hacerlo, más tarde o más temprano, tendrá consecuencias indeseadas, en el contexto del nuevo clima, con el aumento de la torrencialidad de la lluvia que se prevé, esa decisión se puede convertir en letal. Las personas mayores y los niños, entre otros, son más vulnerables al calor extremo, por tanto, cuando se acerca una ola de calor hay que tomar medidas para que los más vulnerables puedan evadirse de sus efectos adversos. De nuevo, una mala planificación urbanística o una mala construcción de las viviendas puede ser determinante, porque no se han panificado zonas verdes haciendo que el efecto isla urbana de calor aumente, o porque se permite un mal aislamiento térmico las viviendas, haciendo que las casas se calienten en exceso, y con ello quienes las habitan. Si quien lo hace son personas vulnerables, el impacto del calor extremo puede llegar a ser letal. La desigualdad social, por causa de edad, raza, etnia o género, ahondará las consecuencias por efecto de la exposición y la vulnerabilidad. Ante un riesgo, no todos van a sufrir iguales consecuencias. Las mujeres, las niñas en particular, son más vulnerables porque las cargas no se distribuyen por igual. Las mujeres cargan con los mayores y con los niños, por lo que tienen un riesgo mayor de verse afectadas cuando hay que huir del desastre (ej., una inundación). Ante una hambruna, algunas sociedades priorizan alimentar a los varones, antes que a las niñas. De nuevo, la sociedad humana con sus desigualdades puede hacer que los efectos del clima terminen siendo perversos. Mejorar la sociedad, hacerla más justa, es una medida de adaptación al cambio climático, por alejado que esto pueda estar del clima. Por tanto, hagamos que nuestra sociedad sea mejor, más igualitaria, más justa, porque esa será una medida con la que ganaremos todos frente a cualquier adversidad, incluido el cambio climático.

¿Qué supone este nuevo informe para la Asamblea Ciudadana para el Clima?

No puedo resumir en unas pocas páginas todo lo que aporta el IPCC en este nuevo informe. Si tuviese que hacer alguna recomendación para los miembros de la Asamblea Ciudadana para el Clima les diría que se informen, que lo lean. Que lean las conclusiones del Informe para los Responsables de Políticas, ya que este es un texto escrito para la comunicación. Y, si bien hay elementos técnicos que no van a ser comprensibles para todos, los mensajes sí, y todos ellos, sin excepción, tienen que estar basados en la ciencia, para que puedan pasar el filtro de formar parte del informe. Por tanto, puede que no todos comprendamos la ciencia que sustenta un mensaje, pero si ha pasado el riguroso filtro del proceso del IPCC es porque esa conclusión está todo lo fundamentada en la ciencia que puede ser exigible, por tanto, será creíble, será lo mejor que tengamos en este momento. La lectura de ese informe puede ser útil no solo a los miembros de la Asamblea Ciudadana para el Clima, sino a todos los ciudadanos para se informen y puedan darse cuenta de la magnitud del problema. Puede que algunos tachen al IPCC de alarmista, porque sus conclusiones a veces pueden ser perturbadoras. Y, sin embargo, puedo asegurar que, si de algo hay que tachar al IPCC no es de ser alarmista, sino de conservador. Y no es un reproche, sino el resultado del proceso. Exigir la aprobación por parte todos y cada uno de los países que forman parte del IPCC es ponerse el listón muy alto, de manera que lo que termina siendo aceptado por todos es incuestionable.

Puede que alguno busque soluciones en los informes del IPCC. Sin embargo, no las va a encontrar. Por una razón esencial, el IPCC, como organismo del sistema de la ONU, tiene que ser neutral desde el punto de vista de las políticas. Esto es, no puede recomendar una u otra acción. La acción política corresponde a los gobiernos, no a los científicos. No obstante, establecido el diagnóstico, la decisión puede ser más sencilla, aunque dependerá de cómo enfrentamos las adversidades. Algunos son más proclives a aceptar riesgos, otros, sin embargo, prefieren prevenirlos y evitarlos, y dar por bueno lo gastado en prevenir incluso si el riesgo no termina materializándose. Me explico. Algunos prefieren pagar el seguro del hogar y darlo por bueno, aunque nunca hayan tenido que usar sus servicios. Otros se lamentan de haber pagado al seguro sin haber tenido que hacer uso de él. Es la naturaleza humana y, por eso mismo, la gestión del riesgo, esto es, lo que hacemos con el diagnóstico, no es un asunto científico sino social, de gobernanza.

Pero lo primero que necesitamos para decidir y proponer la acción es conocer, y conocimiento en superlativo es lo que aporta, una vez más, el VI Informe del IPCC. El IPCC nos dice en esta ocasión que los impactos son de tal naturaleza que la salud del planeta y el bienestar de quienes lo habitamos están comprometidos. Más aún, dice también que no estamos haciendo lo suficiente ni para detener el calentamiento ni para adaptarnos y tomar medidas que ayuden a paliar los impactos que están en marcha. En otras palabras, nuestras acciones nos llevan a lo más indeseado, y no vale que algunos digan que no será para tanto pues, como decía, eso que está diciendo el IPCC lo terminan aprobando todos los países porque, sencillamente, es lo mejor que nos puede decir la ciencia en este momento. No hay ninguna otra opinión que tenga sustento científico, por más que algunos, armados de potentes altavoces, lo nieguen; puede que hasta hagan beneficio con ello. Para contrarrestar a tanto “opinador”, puede que interesado, tenemos la información rigurosa, contrastada y basada en la ciencia que nos facilita el IPCC. Con el diagnóstico que ha hecho, está claro que el tiempo para actuar apremia. Cada décima de grado de más que nos calentemos supone un clima más severo y adverso y con ellos más impactos. En este momento, es prácticamente seguro que nos calentaremos por encima de 1.5°C, y cada décima que añadamos supondrá impactos mayores, algunos de los cuales serán irreversibles. La senda actual de calentamiento nos lleva por encima de lo acordado en París en 2015. Por eso, la acción para detener el calentamiento y adoptar medidas para minimizar los impactos es imperiosa.